Todos hemos oído hablar de Yves Saint Laurent, diseñador francés, personaje, marca, huella en la historia, símbolo de la moda, pero poco sobre su background, desconocido por muchos.
Yves Mathieu-Saint-Laurent nació el 1 de agosto de 1936 en Orán, Argelia, aunque en aquel entonces, el que hoy es el país más grande de África, formaba parte de Francia –desde 1830 hasta 1962, nada sorprendente que los restos de los antepasados del diseñador yacen aún en el Tamashouet Christian Cemetery, Orán–. Así que sí, nadie ha mentido, el diseñador era francés (de Argelia). Fue en esta ciudad costera en la que vivió los primeros dieciocho años de su vida. Fue en la casa familiar, en el 11 de rue Stora (ahora rue des Frères-Chemloul), donde el pequeño Yves usaba retazos de la ropa de su madre para crear conjuntos de alta costura en muñecas de papel, creaba desfiles de moda, incluso convidando a su público (sus hermanas y amigos) con elaboradas invitaciones. A medida que crecía, Saint Laurent pasó de diseñar ensambles para muñecas de papel a soñar con vestidos para su madre y sus hermanas.
Orán representa lo que Yves Saint Laurent siempre ha huido: la intolerancia de la burguesía, un exilio interno causado por los juicio de los demás.
Yves dejó su ciudad natal en septiembre de 1954, para ir a Francia Metropolitana (o sea en el continente Europeo) y posteriormente convertirse en el asistente de Christian Dior, a los 21 años. Curiosamente, la fecha coincide con el comienzo de la guerra de independencia que afectará más tarde a la ciudad de Orán –particularmente, a partir de la violencia que surgió desde 1960–, siendo la familia Saint Laurent repatriada por el gobierno francés. Sin embargo, era tan grande su amor por su ciudad que, cuando lo llamaron en el verano de 1960 a luchar por Francia en su tierra natal, enfermó y fue hospitalizado por depresión durante unos meses. “Nosotros los africanos”, decía.
Orán, una ciudad hermosa, brillante y rica en inspiraciones donde diversas culturas y tradiciones se entremezclan. “Orán, un ciudad cosmopolita de comerciantes de todas partes, y sobre todo, una ciudad resplandeciente, un mosaico de mil colores bajo el sol africano”, decía Yves. El diseñador capturó y reflejó muchos de los rasgos de la ciudad de su infancia, de aquellas diferentes comunidades que la habitan, así como de la cultura local de esta tierra árabe en sus creaciones, borrando las fronteras, dando pie a creaciones únicas y vanguardistas: los coloridos vestidos de Tlemcen, las chaquetas de las mujeres de Argel, el zapato bordado, la mirada de impacto que escenificó en 1960 durante su última colección en Dior: “el maquillaje debe ser violento”.