Directora de la ONG MPower Change, esta neoyorquina de origen palestino está en primera línea de muchas luchas sociales, desde la Women’s March –su nombre salió a la luz con fuerza tras esta marcha del 21 de enero de 2017 en Washington)–, pasando por el desafío del decreto “anti-musulmán” de Donald Trump y la matanza sin razón de jóvenes negros por parte de la policía, hasta la detenciones y separación de familias inmigrantes. “No puedo quedarme en casa sin hacer nada”, dice.
El 27 de junio de 2018, en una iglesia en Washington DC, un grupo de 200 mujeres (junto con cientos de personas más) se prepara para protestar enfrente del Senado americano contra la separación de menores inmigrantes de sus padres; ¿a la cabeza? Linda Sarsour: “Nos importa. No hay justicia, no hay paz”. Horas más tarde es detenida tranquilamente por la policía junto con 632 activistas más, pero sin llegar a mayores.
Desde la ola de discriminación anti-musulmana que golpeó a los Estados Unidos después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, Linda Sarsour, ahora de 38 años, nunca ha flaqueado en su lucha por los derechos civiles. Por supuesto, el gobierno y partidarios de las iniciativas de Trump la desprecian con fervor, como a muchos otros activistas; sin embargo, Linda tiene otro factor que enoja aún más: es musulmana y utiliza un lindo jiyab de color diferente cada día. Por ellos, es el blanco de ataques periódicos y amenazas de muerte en redes sociales.
Pero nada la detienen: “Si el velo hace que digan que no soy feminista, no quiero ser parte de su movimiento feminista. Depende de mí elegir quién soy y cómo me visto. […] Soy musulmana, soy palestina, soy una mujer con jiyab, soy todo lo que combaten. […] La peor pesadilla de cualquier islamófobo. […] Debemos distinguir entre el Islam y la forma en que la gente lo practica”.
Acusada de ser una radicalista, en Brooklyn, su ciudad, mantiene una excelente relación con varias personalidades de la comunidad judía, que la han apoyado en repetidas ocasiones; ayudó a recaudar fondos para reparar dos cementerios judíos que fueron estropeados por actos de vandalismo en febrero de 2018. “Es mi fe la que me dice que no guarde silencio ante la injusticia”, declara. “Muchas mujeres, judías o cristianas, han venido, empujadas por su propia fe, defienden la justicia. Estas personas me inspiran tanto como desprecio a quienes, en nombre de nuestra religión, perpetúan crímenes”, insiste.