Mediante una política activa de comunicación, prevención, leyes y penalizaciones, apoyada por toda la población, este pequeño país se puede jactar de defender con éxito la paridad de géneros desde hace más de 40 años.
Y es que el 24 de octubre de 1975 los islandeses aprendieron una gran lección a las malas, pues el país quedó paralizado tras una huelga general por parte de las mujeres.
En efecto, 95% de sus conciudadanas pararon labores tanto en casa como en sus trabajos, lo que se tradujo en un largo día para los hombres que tuvieron que aplicarse en todo tipo de actividades: tareas de casa, cuidar a los niños, comprar, cocinar, hacer o completar la carga de trabajo corriente –trabajando el equivalente a doble o hasta triple turno–…
Desde ese día, la igualdad de género se ha convertido en un aspecto clave de la riqueza y tranquilidad del país.
Esta paridad se refleja hasta en la esfera política, ya que, a pesar de que el presidente es un hombre, todos los puestos clave de la administración del país están a manos de islandesas.
No obstante, a pesar de estar en el pódium, todavía hay mejoras por hacer, como el número de mujeres en los consejos de administración de empresas que no cumplen con la cuota del 40% de representatividad que estipula la ley (según datos del 2013), así como el 100% de igualdad salarial entre ambos géneros, con todavía una diferencia de entre el 14% y el 16% a favor de los hombres, en 2017.
Sin embargo, se está trabajando en ello, pues desde enero 2018, cualquier compañía con más de 250 empleados que le pague más a un hombre que a una mujer por el mismo trabajo puede estar sujeta a una fuerte multa.
La paridad sin excepción alguna es un objetivo que se ha fijado el gobierno islandés para alcanzar en 2022.