Al contrario de las ideas que actualmente existen sobre la cultura árabe, ésta tiene una base contundente en materia de libertad y exaltación de la sexualidad, pero injerencias externas y ambiciones internas generaron los extremismos que hoy en día conocemos.
La sexualidad como elemento espiritual
Primero que nada, el Islam no es ajeno a ésta noción –recordemos que no todos los árabes son musulmanes y no todos los musulmanes son árabes; sin embargo, aquí abordaremos la cultura árabe como un todo, la cual está impregnada de las costumbre y enseñanzas de esta religión–, por lo contrario, la sexualidad está presente en todos los textos y recomendaciones religiosas y de jurisprudencia, así como en la literatura, poesía y artes, siendo asimilada a un acto espiritual, dando incluso pie al nacimiento de la ciencia del coito (‘Ilm al-bah).
En efecto, el Corán reconoce el placer como un aspecto divino e incluso habla de la sexualidad en términos que excluyen la vergüenza. Asimismo, el placer es parte de la enseñanza coránica, a través de numerosas recomendaciones en la materia. Esto no solo con el fin de procrear, sino también en términos de higiene y como un manifiesto del sujeto en el orden divino.
Según Malek Chebel, antropólogo argelino de religiones y eminencia en la materia, “los primeros musulmanes no hacían ninguna distinción entre su vida espiritual y su vida sentimental y erótica. Los textos sagrados no condenan la sexualidad; incluso, el Corán aborda el tema en varias centenas de versículos, abordando y dando directivas en temas como la mujer, la esposa, las esposas del paraíso, el matrimonio, el adulterio, la repudiación, la purificación, la menstruación, la fornicación, la higiene y…el coito matrimonial”.
«Y entre sus signos Él ha creado para ustedes esposas para que vivan en paz con ellas y Él ha colocado entre ustedes el afecto y la bondad. Hay en esto evidencia para las personas que piensan”. (Sura XXX-21)
Desde el siglo VII existía en el mundo árabe una cultura del erotismo y un culto al amor particularmente ricos. Teólogos, lingüistas y jueces del siglo X y XI continuaron cultivando esta cultura, elevando la sexualidad al rango de disciplina del espíritu, conjugando el gesto y la palabra. Esto continuó por varios siglos más, observando la aparición de varios escritos sobre el amor y la sexualidad.
Eruditos como al-Ghazali –(1058-1111) teólogo, jurista y filósofo medieval– veían en la satisfacción obtenida un anticipo del paraíso prometido a los creyentes como recompensa por sus buenas obras y su fe.
Además de los textos religiosos, existe en la cultura árabe-musulmana una riqueza de imaginación/creaciones con fondo de amor desde hace siglos. De hecho, el idioma árabe tiene alrededor de un centenar de nombres para expresar amor.
Los occidentales que descubrían las sociedades musulmanas de próximo y medio oriente, a principios del siglo XIX, se encontraron con sociedades con tradiciones de culto al cuerpo, del cuidado personal, de la satisfacción de los sentidos y placeres considerados como regalos de Dios.
Incluso actualmente, en el día a día, siguen existiendo varios rituales impregnados de sensualidad, como lo es el simple hecho de perfumarse. Según Christine Nagel, la “naríz” de Hermès, quien viajó a países como Egipto, Oman, Emiratos y Bahrein en busca de inspiración, descubrió que perfumarse es un arte, un acto con una carga excepcional de sensualidad.
¡Nada de abusos o maltratos!
«Me hicieron amar tres cosas en este mundo: los perfumes, las mujeres y la oración, siendo esta última lo más importante para mí», dijo el Profeta Mohammed. Esto significa que uno puede ser fiel a su religión, respetuoso del texto sagrado sin ser enemigo del placer carnal, pero esto no quiere decir que el placer y respeto hacia la mujer deban ser ignorados.
En efecto, el mismísimo Profeta prohibía al esposo aventársele a su mujer como un salvaje y ser brusco con ella, recomendando que haya un “mensajero” entre ellos: caricias, besos, palabras… Siendo consideradas las relaciones sexuales entre marido y mujer un acto de adoración a Allah que será recompensado. Reforzando ésta prerrogativa, un hadiz –dichos y acciones del Profeta– indica que: «El mejor de ustedes es aquel que es mejor con su mujer”.
Incluso, el placer femenino es tan importante como el del hombre. Al respecto, Shaista Gohir, presidenta de la Red de Mujeres Musulmanas del Reino Unido, afirma que el Islam reconoce la importancia del placer sexual para las mujeres. Sin embargo, en la práctica, el sexo parece ser todo sobre el placer de los hombres y lo que ellos quieren.
En contra parte, y según Malek Chebel, “en tiempos antiguos, los Imanes (jefes religiosos musulmanes) recomendaban que el esposo manifestara calidez con su esposa y satisfacerla lo mejor posible: “Si toma (el esposo) su disfrute (llegar al orgasmo) antes que ella, quédese con ella hasta que ella obtenga el suyo” (tradición islámica de Bukhari, erudito musulmán del siglo IX)”.
Cambio de mentalidades por poder
Los árabes perdieron la dimensión espiritual de la sexualidad, de acuerdo con Shereen El Feki –autora de La révolution du plaisir (La revolución del placer), estudio sobre el tema–, a partir de la colonización, durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando los tabús de los franceses e ingleses comenzaron a diseminarse.
En respuesta a la ocupación colonial, se observó el nacimiento del integrismo musulmán, que acentuó los tabús importados. En los años 70 esta corriente gana terreno provocando el endurecimiento del discurso religioso y de la sociedad.
La ideología que gano mayor terreno fue la wahabita, creada en el siglo XVIII por ‘Abd al-Wahhab, la cual se destaca por su rigidez. Su expansión ha sido –y sigue siendo–, por medio del financiamiento de asociaciones e instituciones islámicas alrededor del mundo, a través de fondos públicos o privados.
Sin embargo, el problema no es la religión en sí, sino la interpretación que se le da, usualmente con fines de poder y no religiosos. El integrismo (en general) encerró al mundo árabe en una lectura restrictiva y literal, impregnando todas las esferas de la sociedad y utilizando la religión como medio de control, generando en la sociedad árabe (en diferentes medidas) ideas contrarias a la base antigua, como la condena de las relaciones entre hombre y mujer, y la degradación del estatus de la mujer, considerando, por ejemplo, el placer femenino como algo que debe ser reprimido. En otras palabras, y retomando las expresiones de la sexóloga y feminista musulmana Nadia El Bouga, la religión siempre ha sido la carta comodín de los representantes del «buen pensamiento» religioso y de la moral, con el fin de hacer que las personas sean más dóciles y maleables.
Por Laura Tejeda Meza / Foto: Archivo