En el año de 170 nació una pequeña niña llamada Jingū.
La joven creció y se convirtió en una emperatriz y se casó con el Emperador Chūai.
Un día, el emperador le declaró la guerra a un grupo de rebeldes, los cuales lo mataron.
La noticia no tomó por sorpresa a Jingū, así que ella prefirió mantener en secreto la muerte de su esposo.
¿La razón? La emperatriz pretendía invadir Corea debido a que este era un país lleno de maravillas deslumbrantes.
Estando embarazada Jingū, se visitó con la ropa de su esposo muerto y derrotó no solo a los rebeldes, sino que dirigió a su ejército al Mar de Japón.
La expedición que realizó fue todo un éxito y la emperatriz aseguro que esto lo predijo en sus sueños.
Gracias a esto, se desató la teoría de que Jingū poseía poderes mágicos que la ayudaron a ganar las batallas.
La leyenda dice que era capaz de controlar las mareas con dos joyas especiales y que su hijo, Ojin, permaneció en su vientre durante tres años para darle tiempo a que invadiera Corea y volver a casa antes de dar a luz.
Ilustración: Ana Galván
Jingū reinó por más de setenta años y gracias a su fuerza y talento es considerada una guerrera heroica.
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